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Forma y razón para aprender

6 agosto, 2010

“Caminamos una tierra que va a ser distinta para los que vengan. Somos el pasado de un futuro nuevo… mejor”

Reflexiones a partir del artículo de WESCH, M. (2008). Anti-enseñanza:  Confrontando la crisis del sentido

Hace rato que viene dando vueltas en mi cabeza una idea pero no logro expresarla sintética y acabadamente. Y ahora al terminar el artículo de Wersch me parece que puedo intentar algo. A ver…

El autor diferencia dos formas de responder a la inadecuación de la educación actual: una respuesta de forma, dada por la innovación tecnológica y didáctica, que lleva a hacer más agradable e interesante el aprender; y una respuesta de fondo, vinculada a la posibilidad de encontrar sentido, razones profundas para aprender.

En la primera se enmarcan diversas iniciativas, más o menos creativas, originales y efectivas para renovar el aprendizaje. Ejemplos de ellas llenan la mayor parte de lo escrito sobre el tema: nuevos programas, modernizaciones tecnológicas varias, elogio a la innovación –a veces por la innovación misma-, etc.

Pero así como se abunda en las respuestas de forma, no percibo que sean tantas las voces que plantean la pregunta fundamental del sentido: cual es la razón de fondo, cual es el sentido, para qué estudiar (y no solo estudiar, sino también trabajar, crear, asumir riesgos, innovar, comprometerse). Cual es “la causa” que nos mueve. Por eso me encantó lo de Wersch – siempre tan lúcido- al situar la problemática de la educación y los medios en el contexto de sentido de “una narrativa lo suficientemente grande para hacer que las otras parezcan pequeñas, y lo bastante aterrizada para pasar por debajo del radar de nuestro escepticismo frente a las grandes narrativas. Es la simple narrativa que nos dice que, más allá de nuestras narrativas provinciales, estamos todos interconectados, compartiendo un planeta, y que nuestro futuro depende de nosotros y de las próximas generaciones.”

Yo también experimenté el poder vitalizador de esa narrativa, en mi experiencia de estudiante y luego de profesional, como diseñadora didáctica en la Fundación Cláritas. De hecho la frase que abre el post es parte de un mensaje dejado en el foro por uno de los alumnos, después de un seminario presencial.

“Hola! Cómo andan? Supongo que como yo, aun sin saber qué pensar, o cómo reaccionar. Lo demasiado bello asusta como lo terrible, porque cuestiona directamente nuestra capacidad de respuesta ante el desafío que supone. (…) La tarea no es nada fácil. Intuyo que requerirá principios y valores innegociables, conductas irreductibles, sudor y lágrimas. Pero estoy tranquilo, porque trabajamos para la esperanza. Estamos gestando lo que no sabemos, pero nuestros materiales son nobles e imperecederos: fraternidad, compromiso con los más pobres de nosotros, ganas, conciencia social, inteligencia activa… Caminamos una tierra que va a ser distinta para los que vengan. Somos el pasado de un futuro nuevo… mejor.“ F. estudiante de cine y alumno de la Escuela de formación social y política para jóvenes (MPU – Argentina)

Como dice el artículo, “cuando los estudiantes reconocen su importancia en ayudar a dar forma al futuro de esta sociedad crecientemente global, interconectada, el problema del sentido se desvanece.”

El resto, la cuestión de forma, no deja de ser más que  “simples trucos”. “A un nivel más profundo, esto son poco más que simples trucos que, si bien permiten lograr una forma un tanto creativa e interesante de aprender, no son una razón para aprender. No abordan el problema más significativo, el del sentido.”

Si el medio es el mensaje…

Decir que el medio es el mensaje, como afirma la famosa frase de Mac Luhan, equivale a decir  que el ambiente es el contenido, y en consecuencia, afirma Wesch citando a Postman y Weingartner, los profesores deberían empezar a prestar más atención al ambiente de aprendizaje que ayudan a crear.

Si el mensaje es una narrativa capaz de convocar sentido, entonces el medio debería ser ese mensaje “operacionalizado”. Y algo así intentamos hacer en la Escuela Social y Política para Jóvenes y posteriormente en los otros cursos virtuales de Fundación Cláritas. Intentamos plasmar en la arquitectura de la interacción propuesta en el diseño instancias de diálogo,  colaboración y construcción conjunta a diversos niveles: grupos locales con encuentros presenciales y espacio virtual propio, en interacción virtual con docentes y comunidad global (formada por los miembros de los otros grupos locales).

Pero más allá de de ese ambiente tecnológico, lo fundamental, la pieza verdaderamente clave y reconocida unánimemente por los participantes como el elemento del curso que mayor impacto tuvo en ellos fue el “ Pacto pedagógico”.

Se trata de un breve texto que propone la regla de oro presente en todas las culturas:

“No hacer a los demás lo que no te gustaría que te hagan y hacer a los demás lo que te gustaría que hicieran con vos”

como regla de convivencia de la comunidad de aprendizaje que se pretende formar como medio (y mensaje) del curso. Y una breve enunciación de las formas típicas de aplicarla en una experiencia de aprendizaje: saber escuchar, expresar la propia opinión con sinceridad y humildad, valorar el aporte del otro como el propio, no juzgar sino procurar entender las razones y sentimientos del otro, valorar la diversidad y ser capaces de enriquecerse de ella, siempre volver a comenzar, etc.

Puedo afirmar que este Pacto fue el alma de la experiencia. Firmado por alumnos, tutores y docentes, expresaba además, la horizontalidad en los vínculos, más allá de la función que cada uno cumpliera y la unidad en la diversidad, más allá y gracias a la enorme heterogeneidad de los participantes, en terminos de edad, nivel educativo, social y economico, convicciones políticas, ideológicas, religiosas, etc.

Fue una de las experiencias más lindas y profundas en las que participé.

3 comentarios leave one →
  1. 6 agosto, 2010 13:22

    Buen día Estela:

    Esté es un post emotivo,vivencial y enriquecedor.

    Comienzo por la última reflexión, acotando que como mediadores nos falta la humildad de reconocernos aprendices de la vida y con ello constructores de nuestra realidad.Si bien creo que lo único que existe es el ahora, con lo que hoy hacemos y vivenciamos construimos el futuro complejo y multidiverso que merecemos.

    Por supuesto qué dificil es obrar sin juzgar, siendo mediadores. El aula es un dispositivo (Piscitelli)y como tal reproduce poderes y jerarquías veladas,sutiles y evidentes.

    Finalmente coincidimos en que el gran reto que tenemos como facilitadores está en orientar a nuestros aprehendientes para que desde ellos mismos hallen las respuestas,y una de ellas clave es la exploración propia del sentido de los que se hacen/aprenden.Pero le apostaría más a la emoción y la intuición que a lo racional en el formato y el mensaje educativo.

    • 6 agosto, 2010 13:59

      Gracias Leonel por leer el post y por dar tu comentario.

      Coincido con tus destaques. Respecto a lo último que señalas, mi experiencia es que ciertas comprensiones racionales solo se «abren» a partir de la experiencia. Es el ambiente y las reglas de juego que poco a poco nos van haciendo entrar en una nueva posibilidad de entender, percibir, intuir lo que hasta un tiempo atrás no veíamos o creíamos posible. Y esto vale tanto para los alumnos como para los facilitadores. Es algo que nos interpela constantemente, pues para ofrecer a otros un sentido primero tenemos que creerlo nosotros, para nosotros mismos.

      En el caso de estos cursos, debo decirte que no se trató de una iniciativa personal sino de un trabajo de equipo, inspirado en una gran narrativa (el pensamiento de Chiara Lubich) y apoyado en la práctica de una gran comunidad internacional que la sigue.

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